viernes, 11 de mayo de 2012

PAISAJES CERCANOS, CAMINOS OLVIDADOS

Que las cosas siempre tienen otro modo de verse no es ningún secreto. Sin embargo uno nunca deja de sorprenderse en el momento en que contempla el mundo desde un nuevo punto de vista. Especialmente aquel que por el hecho de estar impregnado de cotidianidad no suele cuestionarse. Y cuando ello sucede, nos es más chocante. Últimamente me encontré en esta situación y tuve la oportunidad de ver algunos lugares cercanos en un ambiente totalmente distinto. Hace tiempo que tenía pendiente el pequeño sendero que une Vilanova con Sitges y que había visto tantísimas veces des del tren de cercanías. La comarca del Garraf es una de mis preferidas, pues me siento especialmente cercano. Las montañas calizas llegan hasta el mar, creando pequeños acantilados y calas que se intercalan a lo largo de la línea de costa. El verde de la vegetación, el claro de la piedra caliza, y el mar crean una combinación extrañamente apacible, a pesar del no siempre tan tranquilo oleaje, que al calma el alma. Lo que no imaginé es que algo tan cercano me pudiese resultar tan estimulante, y el paseo más sencillo se convirtió en un reencuentro con una parte de mí anclada en el Garraf. No tardé en volver a visitar la comarca pero esta vez para sorprenderme de visiones más pequeñas, aunque no menos especiales. Las flores de cerezo al anochecer, o la frenética actividad de algunos animales nocturnos me atrajeron y absorbieron, aportándome algo de luz y despertando mi curiosidad. En pocos días, aquellos parajes y rincones tan cercanos habían cambiado. Abandonaron la cotidianidad y llamaron mi atención para no volver a ser los mismos de siempre. Aunque ellos no cambiaron, fui yo.

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