viernes, 11 de mayo de 2012

PAISAJES CERCANOS, CAMINOS OLVIDADOS

Que las cosas siempre tienen otro modo de verse no es ningún secreto. Sin embargo uno nunca deja de sorprenderse en el momento en que contempla el mundo desde un nuevo punto de vista. Especialmente aquel que por el hecho de estar impregnado de cotidianidad no suele cuestionarse. Y cuando ello sucede, nos es más chocante. Últimamente me encontré en esta situación y tuve la oportunidad de ver algunos lugares cercanos en un ambiente totalmente distinto. Hace tiempo que tenía pendiente el pequeño sendero que une Vilanova con Sitges y que había visto tantísimas veces des del tren de cercanías. La comarca del Garraf es una de mis preferidas, pues me siento especialmente cercano. Las montañas calizas llegan hasta el mar, creando pequeños acantilados y calas que se intercalan a lo largo de la línea de costa. El verde de la vegetación, el claro de la piedra caliza, y el mar crean una combinación extrañamente apacible, a pesar del no siempre tan tranquilo oleaje, que al calma el alma. Lo que no imaginé es que algo tan cercano me pudiese resultar tan estimulante, y el paseo más sencillo se convirtió en un reencuentro con una parte de mí anclada en el Garraf. No tardé en volver a visitar la comarca pero esta vez para sorprenderme de visiones más pequeñas, aunque no menos especiales. Las flores de cerezo al anochecer, o la frenética actividad de algunos animales nocturnos me atrajeron y absorbieron, aportándome algo de luz y despertando mi curiosidad. En pocos días, aquellos parajes y rincones tan cercanos habían cambiado. Abandonaron la cotidianidad y llamaron mi atención para no volver a ser los mismos de siempre. Aunque ellos no cambiaron, fui yo.

miércoles, 4 de abril de 2012

LO QUE NOS DEPARA EL MAÑANA

Soy Jero el viajero, patrón de los “sin techo”, ídolo de nadie y un “friki” para todos aquellos anclados en la normalidad, en resumen: un quiero-y-no-puedo del viaje condenado al incesante cambiar del mundo interior. Y es que cuando uno quiere ver correr el paisaje a veces la vida le apremia modificando el relieve de su corazón. Una dura lección para alguien que se ve recorriendo el Tíbet para volver a casa y abrazar a su gente por la noche.
Esta vez el incesante cambiar de las mareas me ha arrastrado hacia la Bretaña francesa.
De hecho todavía estoy en camino, justo hoy salimos de la Aquitania.
Hace un año David y yo viajábamos por la Camarga francesa y me hacía prometerle que el siguiente viaje sería a la Bretaña! Le dije que no sería posible, los vientos me arrastraban hacia el Este, pero el tiempo es cambiante en las costas del Atlántico y tan pronto llueve como quema el Sol. … y aquí estoy, sin “para bien o para mal”... simplemente estoy.

La duna de Pyla me depuró. Vine recomendado por mi prima Mag y por mi amiga Marta, y agradecí de sus consejos.

El viento arrastraba las preocupaciones con los granos de arena y me depuraba poco a poco, como una especie de exfoliante sentimental. En lo alto, con el horizonte tan cerca, mis pies parecían tan lejos... y sólo tenía ojos para el magnífico paisaje que me rodeaba. Un lugar magnífico, sin duda, que amé en su momento.
Alguien dijo que amar es un verbo que sólo se puede conjugar en pasado; sabias palabras brotadas de la boca de un buen amigo. ¿Se trata de una gran verdad? A veces las decimos, luego nos damos cuenta de lo que significan.
Así pues ¿puedo decir que amé ese momento y ese lugar? En el futuro lo tendré más claro. Pero si el viento vuelve a arrastrarme aquí no me quejaré. De momento está la Bretaña.
¿Qué nos depara el mañana? El coche en pana, la batería acabada, encontrar un hostal a última hora de la noche en el que poder dormir, un camping, de golpe empieza a llover...... imprevisible como la vida. ¿Importante?
Anécdotas que recordar y de las que reírnos, cosas que nos inquietan en el momento pero que amaremos en el futuro al conjugar ese mismo verbo para explicar estas mismas anécdotas. Saberlo en el presente es jugar con ventaja.
¡Brindemos por lo que nos depara el futuro! ….. ¡ tan imprevisible!

viernes, 30 de marzo de 2012

TRAS LAS HUELLAS DE LAS OCAS



No siempre es sencillo encontrar un título y un motivo para una breve nota. La idea me surgió al observar un puzzle que David había terminado el verano pasado. Para ser sincero debo aclarar que el puzzle no está del todo completo. Le falta una pieza en el extremo inferior izquierdo. Por lo visto David no llegó a encontrar la pieza del rompecabezas que falta ni aún después de haber barrido el piso y retirado los muebles.
Pero no es éste el único pequeño defecto, pues en el lado inferior derecho hay una pieza perfectamente encajada pero que no coincide en el dibujo. Por colores y tonalidades, sin embargo, queda camuflada en el mar de hierbas y hojas secas presentes en los campos de la imagen.
Parecen dos detalles insignificantes que podrían pasar desapercibidos excepto por el hecho de que despertaron en mi una pequeña gran reflexión.
Al formar una imagen en nuestro cerebro, ¿somos capaces de hacer coincidir todos los detalles?
Cuándo analizamos el pasado y los hechos sucedidos, ¿perdemos piezas del puzzle? Si efectivamente es así ¿cuántas perdemos?
Y por último, ¿es necesario completar para entender?

Para contestar a esta serie de preguntas quizás deberíamos comenzar por preguntarnos por la obsesión de las personas por completar rompecabezas.

La gracia del puzzle reside en ser capaces de completar una imagen entera haciendo coincidir todas sus partes, algo únicamente posible de hacer en el exterior, en un plano que trascienda a la mente, pues en el plano personal las piezas nunca coinciden.

Vivir sin poder completar un sólo rompecabezas mental nos condiciona y nos dirige hacia ésta motivación, pues somos incapaces de hacer esto con ningún otro aspecto de nuestras vidas.

Quizás un símil más ajustado del proceso mental sería el de pintar un óleo. Las pinceladas no tienen porqué coincidir, y a menudo quedan disimuladas y tapadas por otras muchas que vamos superponiendo.

Y, ¿sobre la pieza que no coincide?
Esa es, justamente, consecuencia de la naturaleza humana; mientras nos ayude a completar la imagen no hace falta que sea la exacta. Parecemos conformarnos con que la imagen mental sea entendida globalmente. Aunque a veces nos fijamos y describimos aspectos concretos creyendo que ayudarán a la imagen completa cuando lo que probablemente importe sea aprender y disfrutar con el proceso.
Aprender a expresar, plasmar y ligar sentimientos, emociones y recuerdos.

Delimitar todo ello en piezas, intentando parcelar algo a lo que no se le puede poner límites, es ignorar la naturaleza de la existencia humana. Completar no es entender, ni entender consiste en completar.

Pues es entonces cuando las huellas de las ocas se pierden en el mar de detalles.

lunes, 19 de marzo de 2012

EL PRESENTE EN TÉRMINOS DE MOVIMIENTO













El tren sale con retraso hacia Vinarós. Después de media hora esperando finalmente comienza a moverse. Poco a poco quedan atrás el estrés, el ajetreo y el ambiente cargado de la ciudad que se esfuman a medida que nos alejamos (poco a poco). El ruido y el bullicio dejan lugar al silencio, sólo roto por las risas espontáneas de algunos pasajeros que se entretienen jugando a cartas en el vagón …. y ¡al espacio! Uno toma distancia, e irremediablemente perspectiva. Las preocupaciones, las obligaciones, las dinámicas, los lugares y el dolor, empequeñecidos, quedan todos atrás para dar paso al descanso. Desconectar es inevitable. Mi mente se despeja y los pocos pensamientos que se resisten a huir quedan plasmados en estas líneas con la esperanza de vaciar la mente del todo.
Demasiado tiempo quieto, demasiado tiempo ignorándome, demasiado tiempo asentado, sin prestar atención al hecho de que el estado de equilibrio de un viajero es el movimiento.
Un destino cercano es un buen comienzo. Dejar atrás el pasado y recuperar el “más pasado” al volver a un mismo lugar que años atrás, a una misma celebración; ¡las Fallas de Benicarló! La vivencia puede que no sea la misma, puede que comparar o analizar experiencias sea inevitable, puede que, simplemente, no haga falta. Todo se trata de recuerdos, de temas del pasado que rememorar para evocar una sonrisa y el cariño de una buena experiencia vivida.
Cuando esta escapada quede en la memoria, sólo será otra más, una bella imagen en el camino; magnífica, divertida, intensa, desinhibida, pero simplemente un buen recuerdo. Y en esa naturaleza reside la gracia. Eso es lo que somos todos, ¿no? Un bello, magnífico, divertido e intenso recuerdo en el pasado para los nuestros.
El presente es sólo una estación; transitorio, sin consistencia, imposible de retener. Y el futuro.... no existe, pero siempre podremos rememorar los buenos momentos del pasado.

Quizás la felicidad resida en este simple ejercicio; el desapego.