viernes, 30 de marzo de 2012

TRAS LAS HUELLAS DE LAS OCAS



No siempre es sencillo encontrar un título y un motivo para una breve nota. La idea me surgió al observar un puzzle que David había terminado el verano pasado. Para ser sincero debo aclarar que el puzzle no está del todo completo. Le falta una pieza en el extremo inferior izquierdo. Por lo visto David no llegó a encontrar la pieza del rompecabezas que falta ni aún después de haber barrido el piso y retirado los muebles.
Pero no es éste el único pequeño defecto, pues en el lado inferior derecho hay una pieza perfectamente encajada pero que no coincide en el dibujo. Por colores y tonalidades, sin embargo, queda camuflada en el mar de hierbas y hojas secas presentes en los campos de la imagen.
Parecen dos detalles insignificantes que podrían pasar desapercibidos excepto por el hecho de que despertaron en mi una pequeña gran reflexión.
Al formar una imagen en nuestro cerebro, ¿somos capaces de hacer coincidir todos los detalles?
Cuándo analizamos el pasado y los hechos sucedidos, ¿perdemos piezas del puzzle? Si efectivamente es así ¿cuántas perdemos?
Y por último, ¿es necesario completar para entender?

Para contestar a esta serie de preguntas quizás deberíamos comenzar por preguntarnos por la obsesión de las personas por completar rompecabezas.

La gracia del puzzle reside en ser capaces de completar una imagen entera haciendo coincidir todas sus partes, algo únicamente posible de hacer en el exterior, en un plano que trascienda a la mente, pues en el plano personal las piezas nunca coinciden.

Vivir sin poder completar un sólo rompecabezas mental nos condiciona y nos dirige hacia ésta motivación, pues somos incapaces de hacer esto con ningún otro aspecto de nuestras vidas.

Quizás un símil más ajustado del proceso mental sería el de pintar un óleo. Las pinceladas no tienen porqué coincidir, y a menudo quedan disimuladas y tapadas por otras muchas que vamos superponiendo.

Y, ¿sobre la pieza que no coincide?
Esa es, justamente, consecuencia de la naturaleza humana; mientras nos ayude a completar la imagen no hace falta que sea la exacta. Parecemos conformarnos con que la imagen mental sea entendida globalmente. Aunque a veces nos fijamos y describimos aspectos concretos creyendo que ayudarán a la imagen completa cuando lo que probablemente importe sea aprender y disfrutar con el proceso.
Aprender a expresar, plasmar y ligar sentimientos, emociones y recuerdos.

Delimitar todo ello en piezas, intentando parcelar algo a lo que no se le puede poner límites, es ignorar la naturaleza de la existencia humana. Completar no es entender, ni entender consiste en completar.

Pues es entonces cuando las huellas de las ocas se pierden en el mar de detalles.

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